Todo esto sucedió antes del encuentro con la bruja blanca y con Rodo.
Tiempo atrás, el loco tenía una buena mujer a su lado y aunque fue difícil al inicio, por la diferencia de edades (él era mayor por una década), con el tiempo se hizo pausado y tranquilo. Compartieron varias cosas juntos, planes, crecimientos individuales en su profesión y el loco pensó que iba a pasar la vida con ella, pero algo había en el fondo y aunque hizo hasta lo imposible porque funcione, sentía que faltaba algo. Siempre lo supo. No es necesario entrar en detalles sobre el desenlace, pero el loco sentía que su espíritu no estaba completo, quería irse, pero no podía.
Un día en una conversación con una amiga carpintera medio bruja, le contó su sentir. Al terminar ella le dijo: “¿No será que están utilizando magia contigo? Podrás notarlo si existe una frecuencia. Normalmente son 10 días”. El loco le pidió a su colega de oficio que le explicara porque no entendía lo que decía, a lo que ella sentenció: “Las artes oscuras, cuando son utilizadas para atar personas que no están destinadas a estar juntas, tienen tiempo de caducidad. Lo siente el espíritu del atacado y despierta. Podrás notar que lo están practicando, porque cuando estás centrado quieres apartarte. Tu esencia sabe que ya cumpliste tu camino con esa persona y debes continuar, pero ella se aferra a ti y no lo permite. Al décimo día de separación sentirás unas ganas de regresar con ella, pero luego volverás a despertar y así entrarás en un círculo vicioso de nunca acabar”.
El loco había escuchado de ese tipo de práctica de energía, pero no creía en ella. Posteriormente pudo constatarlo con las señales: Su abuela se le aparecía en sueños para extenderle la mano, en su lecho sentía un olor raro, indescriptible, se replicaba en la almohada y en las sábanas. Por más que las cambiaba, este olor volvía a emerger y siempre tenía migraña.
En una siguiente conversación con la carpintera tras comentarle sobre estos sucesos, la respuesta que obtuvo fue contundente: “es olor a tierra húmeda de tumba y debe estar tu imagen o algo tuyo enterrado y enlazado”.
El loco comprendió que podía ser cierto, lo sentía adentro. Decidió firmemente irse de su lado, le entristecía y lo encolerizaba la manipulación por apego emocional. Se separó y para que no hubiera marcha atrás, aceptó un trabajo que le ofreció un comerciante de carretas en el que tenía que viajar cada dos semanas para ayudarlo en su taller de carpintería (quién iba pensar que era en la Isla de Rodas y que después de varios viajes mensuales, iba a ver en una noche a Rodo por primera vez).
El loco aprendió tres enseñanzas que quedaron grabadas en él para siempre:
“Jamás tengas una relación por la simple necesidad de afecto o para sentirte acompañado; si no lo sientes en tu espíritu, déjala libre”;
“No juegues con las personas para satisfacer tu ego, porque no son caballitos de madera” y
“Nunca, nunca muevas la energía para doblegar el destino por tu carencia emocional. Si haces esto último, cortarás el aprendizaje que todo ser humano tiene derecho a tener al relacionarse con un semejante y el daño regresará a ti multiplicado por siete” (esta consigna vino de un maestro posteriormente).
Y como experiencia espiritual, el loco reconoce cuando alguien usa las vibraciones de mala manera. Anteriormente él lo ha aceptado y perdonado, porque sabe que también forman parte del aprendizaje de quien lo realiza.
Jamás juegues con los sentimientos de las personas solo porque no sabes qué hacer con los tuyos.