Cuando el loco se dispuso a pensar sobre lo indicado por la bruja blanca en relación a ese amor anterior, tardó varios días, luego decidió cerrar el círculo. Una madrugada del noveno mes del año, cogió una pluma, un trozo de papel y empezó a escribir. Fue una experiencia dolorosa aceptar que no pudo amarla como se lo merecía. Hojas tras hojas iba expresándole la frustración de ello y las lágrimas caían sobre sus mejillas. El loco se despidió y al utilizar palomas para que llevaran el mensaje, por primera vez después de mucho tiempo, sintió paz, durmió bien. Se había liberado de una carga emocional tan grande que no lo dejaba avanzar.
Al día siguiente se sentía con fuerzas, renovado ¡algo había cambiado en él! Agradeció por ello a la divinidad y se dispuso a ir a su taller de carpintería. Ese día el loco lo recuerda con mucho cariño porque fue el inicio de un proceso de sanación espiritual que necesitaba: había descubierto el poderoso bálsamo de “pedir perdón” con sinceridad y transparencia.
Al caer la tarde decidió visitar a la bruja blanca para contarle sobre toda su experiencia y aquí un hecho que el loco pudo notar:
La bruja blanca era una mujer apasionada, más loca que él, espiritual y bromista a la vez, divertida; disfrutaba mucho de su apariencia física y cómo los hombres la perseguían. Le encantaba salirse con la suya y aunque había caído algunas veces en las trampas del apego, sabía levantarse y continuar con una sonrisa pícara y aguda. Las conversaciones siempre eran así: tertulias largas y divertidas antes de empezar con la sesión espiritual. Era misteriosa cuando hacía una pausa, cerraba los ojos para conectarse, lanzaba las runas, el fuego se elevaba y venía como un trueno, el conocimiento mayor:
“Tu familia, acércate más a tu familia, arregla los problemas con tu padre. Él respeta mucho tu opinión, pero tú guardas rencor en el corazón. Libérate de ello, aprende a perdonar. Aprecia a las mujeres de tu casa, ellas se rodean de tu energía y fortaleza, demuéstrales el amor que sientes por ellas, cúrate con ellas”.
El loco no supo qué decir. Jamás había conversado con la bruja blanca sobre ello. Era un secreto interior muy grande. La curiosidad se iba quedando atrás, para darle paso al convencimiento: “Es increíble” pensó, ¿esos planos existen? Los imaginé en un pergamino de Weiss como un cuento, pero de ahí a que sean verdad hay un océano de diferencia, ¿hay algo más entonces? ¿Cómo puede hablar con ellos? ¿Es éste el poder de la intuición?
De pronto la racionalidad quiso apoderarse de él y al terminar la reunión, entre broma y broma le preguntó a la bruja blanca sobre su secreto y la respuesta de ella fue sencilla y a la vez compleja -nuevamente la sabiduría de golpe-
“Porque los escucho. Tengo que tener cuidado porque en esa línea de comunicación siempre aparecen espíritus malos que quieren confundirme. El canal no es directo y tengo que alejar esas respuestas hasta encontrar la verdadera”, a lo que el loco volvió a preguntar: ¿pero cómo sabes cuál es la verdad? Y ella respondió:
“Porque la siento en el corazón”. “Medita, todos podemos escuchar nuestro interior. Te voy a regalar una técnica antigua para que te inicies en ese camino. Se llama Ho’oponopono”.
El loco recibió el pergamino, agradeció por sus sabios consejos y se despidió prometiendo que regresaría pronto.
Antes de ir a su casa de madera, escribió un mensaje, lo metió en la botella y lo arrojó al mar. Al día siguiente recibió una imagen de Rodo como respuesta. Se sentía feliz y agradecido.
El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar.
Martín Luther King