• 29-August-2020

12. La isla de rodas

Años atrás, cuando el loco visitaba la Isla de Rodas, se hizo amigo del dueño del comercio de carretas y del administrador. El siempre mantuvo comunicación por cartas con ellos. Justo en el preciso momento en el que Rodo se convirtió en una imagen blanca, el administrador le pidió al loco que visite el taller para una revisión detallada sobre todas las piezas, herramientas, aprendices y carpinteros que había contratado.

El loco averiguó cuando salía el próximo barco para la Isla de Rodas y partió enseguida. Tenía una decisión ya trazada, estaba dispuesto a plantearla: Él quería quedarse como carpintero principal del taller, lo iba a proponer después de las tareas de evaluación.

Apenas llegó, contactó a los mensajeros de la isla, preguntó si conocían dónde Rodo miraba el mar y uno de ellos asintió con la cabeza. El loco le pidió que le llevará un mensaje, él sólo quería caminar con ella, no retomar nada, sólo verla, era la única razón por la que aceptó ir, era algo personal. Jamás le interesaron las carretas, ni el taller, ni mucho menos las monedas que recibiría. Él tenía que cumplir con su trabajo porque era muy comprometido, pero no era esa su motivación. En su pensamiento sólo estaba ella.

Pasaron tres días y tenía que regresar al pueblo para continuar con su trabajo. Conversó con los dos amigos, les explicó la situación de lo que encontró y se puso a disposición de ellos para ayudarlos a resolver los problemas del taller. Lamentablemente no hubo un ofrecimiento serio, sólo una leve intención que rápidamente se disipó. El respiró tranquilo y se dijo: “Lo que debe ser, será". Volvió a tener calma en el corazón y con aceptación se embarcó de vuelta.

En este momento de su vida, el loco pudo comprender que tenía algo muy importante que aprender.

A tu manera Divinidad, no a la mía.