Al iniciar la clase con la presencia de todos los miembros de la familia de aprendizaje, Mulán comentó: “Quiero contarles un par de escritos del libro “La historia según Pao Cheng”:
“En un día de verano, hace más de tres mil quinientos años, el filósofo Pao Cheng se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a adivinar el futuro en el caparazón de una tortuga. El calor y el murmullo del agua, sin embargo, pronto hicieron vagar sus pensamientos, olvidándose poco a poco de las manchas en la concha de tortuga. Pao Cheng comenzó a inferir la historia del mundo a partir de ese momento. “Como las ondas de este arroyuelo –pensó--, así corre el tiempo. Este pequeño cauce crece al fluir; pronto se convierte en gran caudal hasta que desemboca en el mar, cruza el océano, asciende en forma de vapor hacia las nubes, vuelve a caer sobre la montaña con la lluvia y luego desciende otra vez convertido en este mismo arroyo…”
Analicemos este otro fragmento:
“… Conteniendo la respiración, Pao Cheng se acercó al hombre cautelosamente y se asomó por encima de sus hombros. El hombre no había notado su presencia, pues parecía absorto en su tarea de cubrir aquellas hojas de papel con esos signos cuyo significado todavía escapaban al entendimiento de Pao Cheng. De vez en cuando el hombre se detenía, miraba pensativo por la ventana, aspiraba un pequeño cilindro blanco que ardía en un extremo y arrojaba una bocanada de humo azulado por la boca y por la nariz; luego volvía a escribir. Pao Cheng miró las cuartillas que yacían en desorden. Comenzó a descifrar las palabras que estaban escritas en ellas y su rostro se nubló. Un escalofrío de terror cruzó, como la reptación de una serpiente venenosa, el fondo de su cuerpo. “Este hombre está escribiendo un cuento”, se dijo. Pao Cheng volvió a leer las palabras escritas sobre las cuartillas.
“El cuento se llama La historia, según Pao Cheng y trata de un filósofo de la antigüedad que un día se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a pensar en…” “¡Luego yo soy el recuerdo de ese hombre y si ese hombre me olvida, moriré!...”El hombre, no bien había escrito sobre el papel las palabras: “…si ese hombre me olvida moriré”. Se detuvo, volvió a aspirar el cigarrillo y mientras dejaba escapar el humo por la boca, su mirada se ensombreció como si ante él cruzara una nube cargada de lluvia. Comprendió en ese momento que se había condenado a sí mismo, para toda la eternidad, a seguir escribiendo la historia de Pao Cheng, pues si su personaje era olvidado y moría, él, que no era más que un pensamiento de Pao Cheng, también desaparecía…”
Mulán hizo una pausa y preguntó:
Ahora ¿quién cuenta estos fragmentos? Sólo se escuchó silencio en la hoguera.
“Pues Pao Cheng, el escritor y un tercero, quién es testigo de lo que está sucediendo”.
¿Cuáles son los tiempos verbales del cuento? Nuevamente silencio.
“Al inicio, Pao Cheng está en el presente, luego observa el futuro y nuevamente lo trae a su presente, por lo que su antiguo presente es su pasado. Podemos encontrar tres tiempos: Presente, pasado y futuro”.
¿Qué explicación le podemos dar a estos fragmentos, sobre todo al último?
“Que no sabemos quién crea a quién, es como dos puntos en un círculo que pueden crearse hacia cualquier lado”
¿Qué relación tiene con lo que estamos estudiando?
Pues similar a los círculos repetitivos, la reencarnación es una rueda cíclica en la que todo ser humano se encuentra envuelto.
He recorrido el círculo de muchas encarnaciones buscando al arquitecto, es duro nacer tantas veces. Arquitecto al fin te encontré, nunca volverás a construir la casa.
Buda