Querida madre,
A veces pensamos en héroes como seres que mueven montañas o derrotan villanos con un dedo, pero tú has hecho algo mucho más profundo. Tus manos han acariciado mis heridas, tus preguntas me hicieron crecer y tu cariño ha encendido la luz en mis cuartos oscuros. Me has salvado la vida con abrazos.
De ti aprendí que la verdadera sabiduría no se encuentra en los libros, sino en la valentía de vivir con las propias cicatrices. Tu amor nunca fue un discurso lleno de promesas vacías, sino el coraje silencioso y constante de amar con fuerza.
Hoy entiendo que esta vida que parece tan mía es, en realidad, el hermoso tejido de tu ser. Llevo dentro la huella imborrable de tu voz, las enseñanzas de todos tus consejos y las semillas de bondad que tú plantaste en mí. Si hoy mi voz tiene valor, es porque tú me escuchaste primero aunque solo fuera una pequeña palabra... Mamá.
Gracias por ser mi heroína, mi guía, mi madre, por creer en mí con esos ojos que lo dicen todo y esa esencia que llena todo de luz.
Tu amor incondicional es el motor de mi vida