Un día, el gran maestro le dijo a sus discípulos:
Atended un momento, quería pediros una cosa. Soy viejo ya y es vuestro deber ayudarme a sobrevivir de la mejor manera posible. No tengo dinero, y lo necesito.
Pero maestro - dijo entonces uno de los discípulos - Con lo poco generosos que son aquí ¿cómo conseguiremos reunir el dinero?
Sí, ya sé que la forma más natural de conseguir el dinero es pidiéndolo, pero hay otra forma ¡cogiéndolo! En realidad, es algo que nos correspondería tener ¿no es así? Una especie de paga por nuestros servicios. Lo que pasa es que yo soy mayor y no puedo hacerlo, pero vosotros sois jóvenes y no os costará tanto. No es muy difícil, solo tenéis que escoger a algún hombre rico y apropiaros de su bolsa en algún lugar en donde nadie os vea. Eso sí, sin hacerle daño.
Al principio todos se quedaron un tanto sorprendidos de que su maestro les pidiera robar, pero al cabo de un rato, la mayoría de los discípulos estaban conformes con la petición y dijeron:
Claro maestro, por ti haremos todo lo que haga falta. Iremos por el dinero.
Sin embargo, uno de los discípulos se mantenía en silencio. El maestro al darse cuenta, preguntó:
Todos tus compañeros son muy valientes y han decidido ayudarme con el plan. Pero tú sin embargo, no dices nada. ¿Por qué?
Lo siento, maestro. Si no dije nada es porque veo el plan inviable…
¿Inviable?
Sí maestro. Tú mismo dijiste que escogiéramos un lugar en donde nadie nos viera robar pero no existe tal. En cualquier lugar en donde yo esté mi YO me verá robar. Preferiría mendigar que permitir que mi YO vea que hago algo con lo que no estoy de acuerdo.
El maestro entonces sonrió y dijo muy contento:
¡Qué alegría! Me enorgullece comprobar que al menos uno de mis discípulos lo ha entendido todo.
Entonces, el resto agachó la cabeza al darse cuenta de que su maestro les había puesto a prueba y se sintieron muy arrepentidos de haber caído en la trampa. Desde entonces, cada vez que escuchaban en su cabeza un pensamiento indigno, o sentían tentaciones de obrar mal, recordaban eso que su compañero dijo: "Mi YO me observa" y lo desterraban de su mente.
Conocer a otros es sabiduría. Conocerte a ti mismo es iluminación.
Lao Tse