El dolor es obligatorio para conciencias amplias y corazones profundos decía Dostoievski. Así que tal vez el sufrimiento sea la forma para encontrar esa calma que buscamos.
Podríamos decir que el sufrimiento nos hace batallar con nuestras vulnerabilidades, nos quita las ilusiones y nos obliga a mirar hacia dentro. En ese proceso, se puede generar una mayor empatía hacia el dolor ajeno, una comprensión más profunda sobre la existencia y una forma diferente de ver los momentos de calma y alegría cuando llegan.
Entonces, te deseo sufrimiento no como un deseo malicioso sino como un impulso a vivir sin reservas, a sumergirse en la complejidad de la existencia con valentía. Como un reconocimiento de que el crecimiento y la comprensión a menudo nacen de los intentos, de los fracasos, de las lágrimas que inundan el ser y lavan el alma.
Recibe esos abrazos que te salvan del abismo, esas partidas dolorosas qué te dejan un vacío, esas palabras que te marcan toda la vida, tomalas todas, sin aferrarte, aceptando la naturaleza transitoria de cada experiencia. Es un camino difícil, pero la profundidad de la calma después de la tormenta siempre será mayor.
Es como si la oscuridad nos permitiera distinguir con mayor claridad la luz. Haber experimentado la fragilidad y el quebranto puede hacer que valoremos la fortaleza y la sanación de una manera más intensa.
El sufrimiento se integra en nuestra historia, aprendemos de él y luego debemos soltarlo. Es un proceso activo de sentir, profundizar, soltar y reflexionar, un ciclo continuo de crecimiento.
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El dolor es un llamado a la reflexión, utilízalo como un catalizador para buscar el significado y el propósito de él en tu vida. No desistas ni te derrumbes ni tampoco crees corazas para no sentir amor.
